LA DESPEDIDA DE MOLLY
Martes, 1 de octubre de 2024
Querido Richard:
Sí, a secas, así como a ti te gusta que te llamen aquellos
que amas. Sin membretes ni títulos nobiliarios rimbombantes. Sin formalidades,
solo con el corazón.
Es increíble mirar atrás y recordar el día cuando llegué a nuestra casa. Temblaba de miedo, no sabía qué hacer y me sentía perdida. Ahora ha llegado el día y el momento de nuestra despedida. Llevo conmigo el recuerdo del calor de tu hogar, que durante todo este tiempo se transformó en el mío. Mientras te escribo esto, siento una paz profunda, sabiendo que he tenido una vida llena de amor gracias a ti y a Grace.
Siento tu tristeza, mi querido Richard. Sé que te duele nuestra separación, pero recuerda lo que siempre me decías: Grace me necesita y me dará todo el amor que merece una perrita como yo. Y, por supuesto, recuerdo cada momento con Grace. Ella fue como una segunda mamá para mí. Me cuidó desde que era una bebé, me dio de comer, me bañaba y me arrullaba hasta que me dormía. Cuando me enfermé, fue ella quien se quedó a mi lado día y noche. Lloró conmigo cada vez que me sentía mal y celebró conmigo cada pequeña mejora. Sé que fue muy difícil para ella verme sufrir, pero nunca se dio por vencida.
Ahora que ha vuelto, estoy feliz de poder estar con ella
nuevamente. Sé que me cuidará y me querrá como siempre lo ha hecho.
Te pido que no te culpes por nada. Vi cómo dos lágrimas
furtivas rodaron por tus mejillas, surcando caminos húmedos en tu espesa barba
de ermitaño, mientras murmurabas una pregunta: ¿si debiste haber hecho algo más
por mí? No digas eso, hiciste mucho. Sin ti, no hubiera sobrevivido estos
largos 18 meses. Tus atenciones, las visitas al veterinario, la exclusividad de
mi alimentación. En ese instante, supe que mi partida te causaba un dolor
inmenso. Mi corazón latía con fuerza al pensar en dejarte, pero también sentía
una inmensa gratitud por todo el amor que me diste. Tu amor fue mi sol, que me
guiaba y me calentaba en los días más fríos.
Las 24 horas de cada día y noche hemos estado juntos. Tus
llamadas a Grace cada jueves y después cada martes, para que yo escuchara su
voz, y las camisas y prendas que guardaste primorosamente para que durmiera
sobre ellas.
Recuerdo nuestras tardes jugando a las carreras en el parque. ¡Cómo disfrutaba cuando me perseguías por todo el parque! Y esos giros que daba al verte llegar a casa, ¡era mi forma de decirte cuánto te quería! ¡Qué alegría sentías tú al verme tan feliz! Y, por supuesto, ¡cómo nos divertíamos los tres: tú, ¡Rock y yo! Recuerdo cuando Rock apareció en nuestro hogar. Era un cachorro y me mordisqueaba las orejas mientras jugábamos. ¡Qué travesuras hacíamos!
Cuando había algún ruido, fuera un trueno o un automóvil
ensordecedor, me tomabas en tus fuertes y varoniles brazos para que no me
embargara el miedo. Experimenté que el uso de la correa era por mi seguridad cuando
salíamos a pasear. Sentí tu cariño inagotable en la rutina de las mañanas y
noches para mi aseo personal, y la llegada de Rock, que casi se nos muere por
el parvovirus.
Gracias a tus mimos, conocí a muchas personas que asistían a tus clases. De todas esas personas, sus caricias me envolvían como una suave manta. Recibía constantemente palabras de amor y, a veces, una que otra golosina. Todas esas bellas y cálidas emociones que hoy llevo conmigo fueron producto de tu entrega y de aquellas noches en las que, cuando ya estabas dormido, subía sigilosamente a tu cama para dormir a tus pies. Aprendí a arrastrar la toalla que ponías en tu cama para subirme a ella, y me acercaba a ti temerariamente, sin medir la posibilidad de morir aplastada por tu fornido cuerpo.
Recuerdo bien ese cuento que fingías leer para mí, el que
brotaba de tu fértil imaginación. Contabas que las mascotas vivimos con mayor
intensidad el día a día, que nos destacamos por nuestra sabiduría y por
disfrutar de las pequeñas cosas. Que no guardamos rencor ni odio, y que
olvidamos lo malo muy rápidamente.
Bríndale al despeinado Rock lo que me has dado. Por favor, él lo necesita tanto como yo lo necesité. No te guardes el amor que tienes para dar. Por mi parte, le deseo una vida feliz y llena de amor.
Y tú, Rock, mi peludo compañero, ¡sé feliz! Juega mucho, come muchas galletas y no olvides a tu amiga Molly.
Hasta siempre, mis queridos amigos.
Tu Molly, Molly.